sábado, 30 de enero de 2010

El verdadero estado Laico.

El Estado laico es un reclamo de diversos sectores de la izquierda mexicana, principalmente de aquellos a quienes disgusta la participación de la Iglesia Católica y de sus ministros en la esfera pública. Sin embargo, ¿hablar de Estado laico implica relegar a las iglesias al ámbito de lo privado? ¿Qué se entiende por Estado laico? ¿Qué implica el derecho individual a la libertad religiosa?

ESTADO LAICO Y LIBERTAD RELIGIOSA


El investigador de la Universidad Iberoamericana, Alberto Patiño Reyes, indica en su texto La influencia del derecho eclesiástico español en la conformación del derecho eclesiástico mexicano, ha realizado un amplio estudio en la materia. Tomando como ejemplo la Constitución de España de 1978, el autor realiza algunos hallazgos dignos de mencionarse.



En principio, se afirma que la Convención Americana sobre Derechos Humanos dice en su artículo 12: “Toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia y de religión. Este derecho implica la libertad de conservar su religión y sus creencias, o de cambiar de religión o de creencias, así como la libertad de profesar y divulgar su religión o sus creencias, individual o colectivamente, tanto en público como en privado.

“Nadie puede ser objeto de medidas restrictivas que puedan menoscabar la libertad de conservar su religión o sus creencias, o de cambiar de religión o de creencias. La libertad de manifestar la propia religión y las propias creencias está sujeta únicamente a las limitaciones prescritas por la ley y que sean necesarias para proteger la seguridad, el orden, la salud o la moral públicos o los derechos o libertades de los demás”.

España, un país considerado de avanzada por la izquierda de nuestro país, ha estipulado que la libertad religiosa no se limita a la libertad de cultos, dado que se ha comprendido que las religiones tienen un papel importante que desempeñar en la vida social, así como herencias y tradiciones que es necesario mantener.

Así, la Constitución española explica el principio de no confesionalidad o laicidad del Estado. Es concreto cuando el Estado no coacciona, sustituye ni concurre con la fe y la práctica religiosa de los sujetos natos de la religión: la persona individual y las confesiones religiosas.

Afirma Patiño Reyes: “Si el Estado toma una postura ante el hecho religioso, ya sea reconociendo a una religión como verdadera o proclamando el ateísmo o el agnosticismo como postura oficial, no existe una plena libertad religiosa. Un Estado agnóstico, ateo o indiferente tiende a profesar el agnosticismo, el ateísmo o el indiferentismo. Por ello, puede ser catalogado como Estado confesional, agnóstico o ateo”.

EL ESTADO LAICO EN MÉXICO


Como hemos visto, contrario a lo que se dice y se suele publicar en los medios de comunicación masiva, el Estado laico no se refiere al ateísmo militante que quisieran muchos actores políticos y sociales de México. El verdadero Estado laico reconoce el valor y la aportación de las religiones en la vida pública y sus efectos en la vida de sus creyentes, de modo que su participación pública y privada es admitida y promovida por el mismo Estado.

En esa sintonía, las reformas de 1992 a la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público pretendían abrir un espacio a la libertad religiosa, aunque en la práctica y con el paso de los años, ello se ha estancado en la práctica de la libertad de cultos.

En su artículo tercero, dicha ley afirma que “el Estado mexicano es laico. El mismo ejercerá su autoridad sobre toda manifestación religiosa, individual o colectiva, sólo en lo relativo a la observancia de las leyes, conservación del orden y la moral públicos y la tutela de derechos de terceros. El Estado no podrá establecer ningún tipo de preferencia o privilegio en favor de religión alguna. Tampoco a favor o en contra de ninguna iglesia ni agrupación religiosa”.

La laicidad que se proclama en ese párrafo se ha desvirtuado y es malinterpretada por diversos actores políticos, principalmente los provenientes de la izquierda mexicana. Veamos, por ejemplo, antes de ver un caso práctico, lo que afirma en sus principios el Partido de la Revolución Democrática (PRD) respecto al Estado laico.

En sus estatutos, ese partido afirma que “el PRD se compromete con el principio de la separación entre las iglesias y el Estado y se opone a que se utilice el poder público para imponer dogmas y creencias religiosas. Se pronuncia a favor de la consolidación un Estado laico que sea tolerante con todas las formas de pensamiento y estilos de vida”.


Y continúan con una afirmación que cae en abierta contradicción con lo que realizan en la práctica política: “en el PRD estamos comprometidos con el principio de la separación entre las iglesias y el Estado y se opone a que se utilice el poder público para imponer dogmas y creencias religiosas. Nos pronunciamos a favor de la consolidación de un Estado laico que garantice todas las formas de pensamiento y estilos de vida”.

Por si fuera poco, se encuentra una perla más que dice mucho sobre la base sobre la cual el PRD sostiene su defensa de lo que entiende por Estado laico, consistente más que en la honestidad histórica, en cargas ideológicas infundadas:

“La separación de la Iglesia y el Estado es una conquista histórica de la Reforma liberal del siglo XIX mexicano, cuando se construyó la segunda Republica en franca confrontación con un clero que defendía sus fueros y privilegios y, aliado con los elementos conservadores, llegó al extremo de buscar la subordinación de nuestra nación a un imperio extranjero”.

LAS CONTRADICCIONES DE LA IZQUIERDA Y EL ESTADO LAICO


¿Por qué el PRD reclama en diversos medios, a través de diferentes actores, la defensa del Estado laico? ¿En qué momento, dadas estas bases teóricas, el Estado laico ha sido socavado?

Todo esto viene a cuento por la discusión que se ha gestado a partir de que el PRD aprobó en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) el reconocimiento como matrimonios a las uniones homosexuales, así como la posibilidad de que éstas puedan adoptar. Así, el debate ríspido se convirtió en franca intolerancia hacia los ministros católicos de parte del PRD, partido que presume de ser progresista, plural e incluyente.

El PRD afirma no profesar “una ideología antirreligiosa, sino de neutralidad y respeto a las diversas creencias. El laicismo rechaza los regímenes teocráticos en los que una iglesia controla el poder político, a la vez que rechaza los regímenes políticos que se sirven de una religión oficial para legitimarse ideológicamente. Asimismo, rechaza el que se pretendan utilizar las creencias religiosas con fines electorales, para apoyar o descalificar adversarios políticos exacerbando las contradicciones y divisiones de la población”.

En este sentido, y a causa del debate mencionado, ante las manifestaciones de rechazo de la jerarquía católica, los grupos de homosexuales, vinculados a la izquierda mexicana, especialmente al PRD, han pedido a la Iglesia Católica no pretender “imponer la Ley de Dios a la Ley de los Hombres”.

A tal grado ha llegado el clima de la discusión que la bancada del PRD en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal pidió a la Secretaría de Gobernación sancionar al cardenal Norberto Rivera por sus declaraciones en contra de los matrimonios entre personas del mismo sexo.

Suelen decir en el PRD que la Iglesia Católica y el cardenal Norberto Rivera violentan el Estado laico, aunque de hecho son incapaces de precisar la forma en la que, según ellos, sucede.


Es cierto, la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público afirma en su artículo 14 que los ministros de culto no podrán asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo a favor o en contra de candidato, partido o asociación política alguna.

Sin embargo, esta laguna legal malinterpretada puede llevar a los extremos como el que se mencionó y que, desgraciadamente, acontece de forma regular en nuestro país. Pedir el silencio de los líderes católicos, de los ministros de culto, es una expresión de intolerancia y anticlericalismo propio del siglo XIX, pero no de un verdadero Estado laico, como demuestra la Constitución española, que ha sido ejemplo para la misma izquierda mexicana.

Ya se ha dicho en yoinfluyo que es necesario comprender que el Estado y las iglesias buscan como fin el bien del país, de modo que cada una de estas instituciones, a partir de su contribución particular y sus medios disponibles, colabore con las otras para que, en el cumplimiento de su misión, la nación mexicana se beneficie.

El investigador de la UNAM, Jorge Adame Goddard, afirma que colaboración Estado-Iglesias la práctica de una fe religiosa es parte fundamental de la vida cultural y social del pueblo mexicano. Sería consecuente que si el Estado está al servicio de esa población, procure las condiciones necesarias para que esa práctica se realice en el mejor sentido al que se puede aspirar.

Citamos una vez más a Adame: "afirmar que el Estado, por ser laico, debe desentenderse absolutamente del fin religioso, querría decir que el Estado no está para el servicio de la nación, sino para beneficio de quienes detentan el poder político".

El Estado laico es mucho más que regresar a las iglesias a la esfera de lo privado. Es reconocer que éstas tienen mucho que aportar a la vida democrática, al entramado social y al quehacer político. La libertad religiosa, digámoslo una vez más, es materia pendiente en nuestro país.

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