sábado, 21 de noviembre de 2009

¿FANÁTICOS O MÁRTIRES?

El fanático, según la Real Academia de la Lengua Española, es aquel "defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas". Como esta definición evidencia, el problema con los fanáticos no es que defiendan sus ideas y creencias, sino la forma -muchas veces violenta- con la que lo hacen.

La Guerra Cristera, sin embargo, no fue producto de una serie de fanáticos religiosos que, exaltados, buscaban violentamente imponer sus creencias. Las continuas provocaciones de los gobiernos masónicos, comenzando por Benito Juárez hasta Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, culminaron en que miles de mexicanos, cuando vieron amenazado su derecho fundamental a la libertad de culto -ya ni hablar de la libertad religiosa-, decidieron enfrentar a quienes atacaron arbitrariamente sus garantías.

El reconocido historiador Jean Meyer refiere que, en 1929, Emilio Portes Gil, presidente de México de diciembre de 1928 a febrero de 1930, fue cuestionado sobre si la lucha contra la Iglesia Católica había terminado. La respuesta del entonces mandatario fue tajante: "no, la lucha no ha terminado, la lucha es eterna, la lucha se inició hace veinte siglos".

Esto puede explicar los esfuerzos del ya caduco sistema oficialista, desde la segunda mitad del siglo XX y hasta hoy, por borrar la Guerra Cristera de la memoria colectiva. Si en algún momento la estrategia fue ignorar por completo el episodio histórico, lo actual es denostar la imagen de aquellos que participaron de alguna forma a favor de la causa cristera, para presentarlos como fanáticos religiosos, por decir lo menos.

Sin embargo, esta posición no generalizada tiene su origen en prejuicios ideológicos y no en investigaciones históricas serias, respaldadas por el rigor científico. Si no, cómo comprender entonces la vida de los 13 personajes, que aunque no fueron los únicos, vivieron y se involucraron tan profundamente en los acontecimientos de aquellos días, que la Iglesia Católica los nombró beatos hace ya cuatro años.

Hemos reseñado ya en otras ocasiones la vida de algunos de estos personajes. En la mayoría de los casos, sus vidas se entrelazaron para concretar una historia que hoy conocemos convertida en un relato elocuente de defensa de la fe. En otros, como el de José Sánchez del Río, se habla de la valentía con la que actuaron y reaccionaron cuando vieron atacados sus valores y derechos fundamentales, luego de haber agotado todos los medios para lograr la paz.


PERSECUCIÓN PERMANENTE A LA MISMA DOCTRINA


Hay estudiosos que afirman que el siglo XX fue el periodo que registró mayor número de mártires católicos. De acuerdo con la Comisión "Testigos de la fe del siglo XX", formada por la Santa Sede, las persecuciones en Rusia, México, Alemania, España y China, heterogéneas y multifactoriales entre sí, dieron en conjunto un total de 130 mil sacerdotes y 250 obispos asesinados por causa de su fe. Tantas muertes por motivos de una misma fe, en diferentes puntos geográficos, no son obra de la casualidad. Una misma doctrina, perseguida por diversos agentes, en lugares del mundo tan divergentes, algo valioso debe contener.

Tan sólo la Guerra Civil Española, según documentos de la Iglesia Católica de aquel país, dio casi 7 mil mártires. Los relatos de valentía, arrojo, osadía e idealismo siempre conmueven, motivan, dan sentido. En el caso de México hay todavía una cantidad no determinada de mártires asesinados en aquel periodo histórico que, oprimidos por un gobierno persecutor, se enfrentaron en evidente desventaja y consiguieron, algunos años después, el reconocimiento de sus derechos fundamentales.

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